viernes, 7 de marzo de 2008

H.P. y el Príncipe Mestizo. 2ª Clase


Frustrado y disgustado, se quitó la capa invisible, la guardó en la mochila y se fue deprisa a la clase de Defensa Contra las Artes Oscuras.
—Llegas tarde otra vez, Potter —dijo Snape con frialdad al verlo entrar en el aula iluminada con velas—. Diez puntos menos para Gryffindor.
Harry lo miró con ceño y se dejó caer en el asiento junto a Ron; la mitad de la clase todavía estaba de pie sacando los libros y organizando sus cosas, así que no podía haber llegado mucho más tarde que los demás.
—Antes de empezar me entregaréis vuestras redacciones sobre los dementores —dijo Snape. Agitó su varita con un ademán indolente y veinticinco rollos de pergamino se elevaron, cruzaron el aula y aterrizaron en un pulcro montón sobre su mesa—. Espero por vuestro bien que sean mejores que las sandeces que leí sobre cómo resistirse a la maldición imperius. Y ahora, abrid los libros por la página... ¿Qué pasa, señor Finnigan?
—Profesor —dijo Seamus—, ¿podría explicarme cómo se distingue a un inferius de un fantasma? Porque en El Profeta hablaban de un inferius...
—No, no hablaban de ningún inferius —replicó Sna-pe con hastío.
—Pero señor, me han dicho que...
—Si te hubieras tomado la molestia de leer el artículo en cuestión, Finnigan, sabrías que el presunto inferius en realidad era un asqueroso ratero llamado Mundungus Fletcher.
—Tenía entendido que Snape y Mundungus estaban en el mismo bando —susurró Harry a Ron y Hermione—. ¿No debería contrariarlo que hayan detenido a Mundungus?
—Pero al parecer Potter tiene mucho que decir sobre este asunto —comentó Snape señalando hacia el fondo del aula, con sus oscuros ojos clavados en Harry—. Preguntémosle cómo podemos distinguir a un inferius de un fantasma.
Toda la clase miró a Harry, que rápidamente intentó recordar lo que le había contado Dumbledore la noche que visitaron a Slughorn.
—Pues... bueno, los fantasmas son transparentes... —dijo.
—Estupendo —se burló Snape con una mueca despectiva—. Sí, veo que casi seis años de educación mágica han servido para algo en tu caso, Potter. «Los fantasmas son transparentes.»
Pansy Parkinson soltó una risita y varios alumnos se sonrieron. Harry respiró hondo y, aunque le hervía la sangre, prosiguió con calma:
—Sí, los fantasmas son transparentes, pero los inferí son cadáveres, ¿no? Por lo tanto, deben de ser sólidos...
—Eso podría habérnoslo aclarado un niño de cinco años —se mofó Snape—. El inferius es un
cadáver reanimado mediante los hechizos de un mago tenebroso. No está vivo; el mago sólo lo utiliza como una marioneta para hacer lo que se le antoja. Un fantasma, como espero que todos sepáis a estas alturas, es la huella que deja un difunto en la tierra... Y por supuesto, como sabiamente ha dicho Potter, es «transparente».
—Hombre, si de distinguirlos se trata, la definición de Harry es la más clara —opinó Ron—. Si nos encontramos a uno en un callejón oscuro, nos limitamos a echarle un vistazo para ver si es sólido, y punto. No le preguntamos: «Disculpe, ¿es usted la huella de un difunto?»
Hubo una cascada de risas, acallada al instante por la gélida mirada que Snape dirigió a la clase.
—Otros diez puntos menos para Gryffindor —anunció—. No esperaba nada más sofisticado de ti, Ronald Weasley, el chico tan sólido que no puede aparecerse ni a un centímetro de distancia.
—¡No! —susurró Hermione sujetando a Harry por el brazo al ver que éste, furioso, iba a replicar—. ¡No tiene sentido, sólo conseguirás que te castigue otra vez!
—Abrid los libros por la página doscientos trece —ordenó Snape con una sonrisita de suficiencia—, y leed los dos primeros párrafos sobre la maldición cru-ciatus...

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